Desde la Asociación Familiar Rondilla alentó la participación cívica en los barrios como contrapoder de la política local
Son incontables las horas que Ángel Ceballos dedicó al común, a la mejora de la vida de los barrios y los vecinos de Valladolid. Vehemente defensor de la voz de la ciudadanía en los asuntos públicos, la suya siempre se hizo oír para reclamar un centro cívico, un aparcamiento, el derecho de los vallisoletanos a participar en la gestión de la empresa municipal de autobuses o en la del agua. Ángel Ceballos falleció el pasado miércoles, contaba 86 años, buena parte de ellos entregados al progreso urbanístico y social de la Rondilla. Allí peleó sobre el terreno por dotarle de infraestructuras, desde asfalto y aceras al centro cívico, dotaciones educativas o el parque Ribera de Castilla.
Hasta sus últimos días siguió viviendo en su piso de la calle Moradas, en su barrio de toda la vida. «Ha sido un hombre metódico, ordenado, con un control exhaustivo de los asuntos de los que se ocupaba, hasta el punto que un día me dijo el número exacto de árboles que había en su barrio», recuerda Javier Gutiérrez, exportavoz municipal de IU y miembro de Ecologistas en Acción, colectivo al que pertenecía Ángel Ceballos y cuya portavocía ostenta su hijo Miguel Ángel.
«Era un hombre metódico, con un conocimiento exhaustivo de los temas ciudadanos; un día me dijo el número de árboles que había en su barrio»
Javier Gutiérrez / Ecologistas en Acción
La demanda de libertades cívicas en la Transición y de derechos laborales en un barrio entonces con presencia masiva de trabajadores de Fasa Renault estaban muy presentes en el ideario de la Asociación Familiar Rondilla cuando se creó en 1970. La presidió entre 1977 y 1981 y a ella entregó muchas horas fuera de su ocupación laboral como funcionario.
Megáfono en mano, en manifestaciones o en los juzgados, imprimió a la militancia vecinal un sello reivindicativo que se extendió a la Federación de Asociaciones de Vecinos Antonio Machado junto a históricos como Juan Cornejo, Carmen Quintero o José Miguel Gutiérrez, entre otros que velaron por que la construcción y mejora de la ciudad no fuera «solo cosa de políticos» como acostumbraba a defender.
«Persona humilde, siempre en segundo plano, sabía liderar y movilizar a la gente»
Constantino Gonzalo Morell / Historiador
La Federación de Vecinos se convirtió en caja de resonancia de reivindicaciones de mejora en el urbanismo, en la vida cotidiana de los barrios y la participación en los asuntos municipales. Por ellas pelearon y en ocasiones se enfrentaron al poder local, dando la batalla en asuntos como la eliminación del tráfico de vehículos y camiones por la calle Cadenas de San Gregorio, junto al Museo Nacional de Escultura, la humanización de la urbe con más zonas verdes o la legalidad de normativas municipales.
Tampoco faltaron los encontronazos con la Junta de Castilla y León, armando una feroz oposición en la calle y los tribunales contra la construcción de la planta de residuos tóxicos de la empresa Cetransa en Santovenia de Pisuerga. Esta movilización le acarreó a Ceballos la apertura de un expediente por parte de la Consejería de Medio Ambiente que dirigía Francisco Jambrina y en la que trabajaba.
Reivindicar
Si la Rondilla fue la locomotora del movimiento vecinal en Valladolid, Ángel Ceballos era uno de sus agitadores. Fue activador de la palabra de los ciudadanos en las políticas municipales, lo que le llevó a enfrentarse a políticos de distinto signo. Cada vez más beligerante con el gobierno del socialista de Tomás Rodríguez Bolaños a medida que corrían las legislaturas, y después con el del PP de Javier León de la Riva, con este último vivió varios enfrentamientos. Uno de ellos acabó en la denuncia que presentó en 1996 contra el entonces regidor por impedir el acceso de los vecinos a un pleno.
Una de las crónicas recogidas en este diario le recuerda durante un pleno del Ayuntamiento protestando por el rechazo del entonces equipo de gobierno del PP a una comisión de investigación sobre la concesión de viviendas de protección en Villa del Prado. «Ha sido un líder ciudadano, una persona muy humilde que siempre quería estar en un segundo plano, nunca buscó destacar», resume el historiador Constantino Gonzalo Morell, autor de la tesis 'Movimiento vecinal y cultura política democrática en Castilla y León. «Era muy luchador y trabajador, removía Roma con Santiago para enterarse de lo que no conocía, y una persona muy culta con gran capacidad de trabajo, que sabía liderar y movilizar a la gente».
En charlas informales solía mostrar Ángel Ceballos su decepción ante el creciente desinterés de la ciudadanía por hacer valer su derecho a participar en la vida pública más allá de votar cada cuatro años. Le irritaba ver cómo desde los años noventa y una vez conseguidos avances democráticos, la sociedad se volvía «anodina, acomodaticia, perdida en la inercia».
La decepción
Aunque más doloroso le resultó vivir un episodio de convulsión y división interna en el colectivo que contribuyó a crear. Fue una de sus últimas batallas, en 2017, cuando impulsó junto a otros socios una denuncia contra la entonces directiva de la Asociación Familiar Rondilla por considerar que «echaban a cierta gente crítica con las políticas del Ayuntamiento» del PSOE y Valladolid Toma la Palabra. Los tribunales dieron la razón a los demandantes y declararon nulo el acuerdo de designación de cargos directivos. Poco después se dio de baja en la asociación.
Varios amigos y conocidos apuntan que en los últimos años su salud se había deteriorado, acentuándose en extremo la pérdida de vista y audición, privándole sobre todo de la lectura, uno de sus grandes placeres. Finalmente, complicaciones de salud relacionadas con el pulmón y el corazón acabaron con un ingreso hospitalario del que no se recuperó. «Tenía una capacidad de trabajo enorme, eso hay que agradecérselo siempre», señalan desde la Federación de Vecinos.
Lo que hoy es Valladolid con sus barrios no se entiende sin figuras como la de Ángel Ceballos, que dedicaron buena parte del tiempo de su vida a los afanes de lo común. Quizá porque entendía que el devenir de una comunidad humana es demasiado importante como para dejarlo solo en manos de políticos.